La percepción de las cosas, o del mundo, le acababa de llamar la atención. Se había dado cuenta, que las personas tienden a ver o hacerse idea de las cosas, o situaciones, según sus patrones de pensamiento, conocimiento, experiencia y sus sentidos. Mientras estaba en la terraza de la cafetería, observó a una persona ciega que caminaba lentamente haciéndose una ¿imagen? de la calle. Otros utilizaban las imágenes que sus ojos les permitían, pero el ciego utilizaba un bastón.
La percepción del mundo
<<¿A qué llamamos percepción?>> Se preguntó mientras disfrutaba de otro trago de su café: un Bourbon tostado medio, filtrado en cafetera de manga, lo que la gente llama colado. A medida que la temperatura del café, bajaba, iba apreciando los sabores. <<¿Para qué quemarse la lengua y no disfrutar y reconocer los sabores que están en cada café?>> Volvió a preguntarse, mientras tomaba otro sorbo. En ese momento, cuando el líquido estaba en la boca, la lengua, el olfato y el gusto le daban una sensación; una concepción de ese café. Notó que se había enfocado en el sabor y trataba de entenderlo. Estaba involucrado en darle una estructura en su mente. Se dio cuenta que haber aprendido a degustar café, de manera técnica, más la experiencia de beber y con sus órganos sensoriales le daban una percepción del café, que en ese momento estaba tomando, pues todos los cafés no saben iguales.
La limitación de los sentidos
Mientras reflexionaba sobre el café, pensó y se preguntó: <<¿Y cómo saber si esos sabores y aromas son los correctos? Si no puedo oler bien, por una gripe o una afección en mi olfato, entonces, no puedo apreciar bien los sabores.>> Él sabía que lo que se conoce como sabor está conformado por un 80 % el olfato y un 20 % el gusto. Entonces, una disminución en las capacidades sensoriales afecta la percepción, la auditiva, el olfato, el gusto, el tacto y la vista, que según Aristóteles, juegan un papel fundamental en la percepción. Pero, la vista es la que nos permite apreciar más, según el antiguo filósofo. Entonces, cualquier disminución en las capacidades sensoriales, distorsiona nuestra percepción y la percepción de cada persona está sujeta a variación según sus capacidades sensoriales.
Pasaron los días y, una tarde, fue a pasear con su perro por la montaña. Oscureció y se dió cuenta que su capacidad de visión ya no era la misma, no podía ver bien el camino, entonces, una piedra, un palo o una rama, podía hacer que cayera. Había cosas, objetos en el camino, que por no poder verlos o percibirlos, representaban un riesgo. Conocía el camino, pero ya no podía ver bien, pensó: <<mis ojos solo pueden ver mientras puedan captar luz>> Confió en su perro que conocía bien el camino de regreso. Los perros pueden ver muy bien en condiciones de poca luz. Ellos tienen una capa al fondo de lo ojos llamada tapetum lucidum esta refleja la luz y les permite ver en la oscuridad. Cuando llegaron acarició a su perro como agradecimiento por haberlo traído a salvo. Sentado, con su perro al lado, reflexiona que así como en el camino oscuro hay objetos o hasta animales que no podemos percibir y representan un peligro, también hay situaciones que si no las percibimos correctamente, serán un camino oscuro, un peligro en el curso de la vida.
La edad y el circo
Mientras esperaba su café vió a una joven pareja, entrando a la cafetería, con sus hijos pequeños. Ocuparon una mesa, los padres habían pedido café y, para los niños, unos jugos. Unos minutos después, y mientras disfrutaba un excelente ristretto, observó que los niños y sus padres estaban viviendo la experiencia de manera diferente. Era el mismo escenario, pero tanto los padres como los niños le daban su atención de manera distinta. Ahí pensó que la edad, también, juega un papel importante en la percepción. Unos años antes había llegado un circo a la ciudad y, junto con su esposa, llevó a sus hijos pequeños a ver una función.
Era el típico circo, con los payasos haciendo sus jugarretas y bromas. El elefante, los infaltables y valientes trapecistas, pero entre acto y acto, el presentador pregonaba que su hermanita Campanita se iba a presentar. Salieron los tigres y, en conjunto con sus domadores o entrenadores, presentaron un espectáculo impecable. El presentador continuaba anunciando a Campanita —su hermanita— que estaba por salir y que sería todo un show inolvidable. El vendedor de algodón de azúcar pasó por su sitio y, su esposa, los niños y él, se hicieron de sus respectivos algodones. Continuaba el acto y presentaron uno de unas motos que, en una especie de jaula esférica, hicieron piruetas de alta adrenalina. Giraban a alta velocidad dentro de la esfera asemejándose electrones alrededor del núcleo de un átomo. Pero, eso no era lo mejor.
Campanita
Y llegó el momento más pregonado de toda la función: ¡Campanita! El presentador anunció, con todo esplendor, a su hermanita Caaaampaniiitaaa. Y bueno, él pensó <<¿qué tanto hará esa pequeña niña? jugar con unos globitos en un triciclo, o algo así>> Apagaron las luces, iluminaron el telón, una música tipo Pop – Rock, y salió Campanita con dos acompañantes femeninas, pero no era Campanita, sino más bien Campanota. Estaban vestidas con faldas muy cortas una especie de chalequitos muy ceñidos, salieron batiendo unas cabelleras espectaculares, era una escena al mejor estilo de un show de Britney Spears, con sus bailarinas, cuando la artista estaba en su mejor momento. Los movimientos eran tanto sexy como explosivos. Pero ya va, de repente, al ritmo de la música, las tres simultáneamente y con ambas manos, se abrieron los chalecos y los lanzaron a los lados, y luego, no apto para cardíacos, se quitaron o más bien se arrancaron las faldas y quedaron en bikinis. Continuó la hermosa coreografía que demostraba, en esos bien torneados cuerpos, una práctica constante y rigurosa. Unos segundos después, terminaron su sugestivo baile y estallaron los aplausos, principalmente, de los padres —muy agradecidos— por tan sorpresivo final.
Minutos después, en el estacionamiento, ya camino al carro con su esposa e hijos también iban otras familias. Una que caminaba muy cerca de ellos, era una pareja muy joven y el padre llevaba a su pequeña hija cargada. En ese momento la niña, de unos cinco añitos quizás, dice:
—¿Papi, sabes que es lo que más me gustó del circo? Dijo la pequeña, con una dulzura angelical.
Y el padre con gran ternura, le pregunta:
—¿Qué mi niña linda, que fue lo más te gustó?
—¡Papi, lo que más me gustó fue Campanita!
Y el padre le respondió, visiblemente, emocionado:
—¡Ay mi aaamooooor, a mi tambieeeén!
Y, recordando ese momento, él comprendió que la edad también influye en la percepción.
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