La Trepadora una novela escrita con café

La Trepadora obra de Rómulo Gallegos y un espresso.

«Entre lomas herbosas y laderas pobladas de cafetales…» así comienza La Trepadora obra de Rómulo Gallegos publicada en 1925. Estas primeras líneas emocionan y llaman la atención a un amante del café. La novela plantea el mestizaje que moldea la nación venezolana, el esfuerzo, la voluntad por hacerse un lugar en la sociedad y esa lucha interna entre dejarse llevar por las pasiones bajas y los pensamientos más elevados de cada ser humano.

La Trepadora tiene aroma a café

Y el segundo párrafo inicia de esta manera: «Por detrás de la iglesia y a lo largo del pueblo, la alta y sombría cortina de los guamos y bucares que cobijan los cafetales» Guamos y Bucares dos árboles asociados al cultivo de café, específicamente para proporcionar sombra, esta parte inicial de la obra cautiva a cualquier productor de café.

El guamo o árbol de guamo, aunque hay varias especies, sobre el Inga densiflora se realizó un estudio conducido por la Universidad del Valle, Colombia. En los resultados, se describe que este árbol en los cafetales, produce un mayor porcentaje de nitrógeno, que cae al suelo en forma de hojas secas y, estas son descompuestas por la actividad de microorganismos, liberando este importante nutriente. El árbol provee un abono natural y fácil de asimilar por los cafetos. Disminuye la temperatura del suelo y aumenta la capa vegetal. Crea un microclima favorable para aves y fauna silvestre. Un árbol benéfico para el cultivo del café.

Ejemplar de La Trepadora con una taza de café.

Los bucares, estos arboles tambien son familiares entre los productores de café. Su nombre científico es Erythrina poeppigiana y van desde los 10 hasta los 30 metros de altura. En la parte superior, abren sus ramas cubriendo los cafetos, y sus hojas, al caer al suelo, contienen alto contenido de nitrógeno. Estas hojas al igual que las hojas del guamo, son descompuestas por microorganismos y permiten la asimilación de nutrientes. Los bucares tienen unas hermosas flores entre rojo y naranja, que van creando una especie de alfombra alrededor de su tronco. Por sus flores, atraen una gran cantidad de aves, entonces, el productor de café puede convertir su finca en una ruta de observación y, de esta manera, puede obtener ingresos por turismo y café.

Azulejo entre las flores de un Bucare
El Bucare atrae a una gran diversidad de aves.

La gente que llegaba a trabajar el café

Hilario Guanipa hijo natural de Jaime del Casal —dueño de la hacienda Cantarrana— y de Modesta Guanipa. Esta última había llegado con su madre Gregoria, en época de cosecha como «cogedoras de café», así como muchas otras personas venían de los pueblos cercanos, a trabajar en las haciendas. El autor describe a Modesta como de «rústica belleza» y los trabajadores de la finca la llamaban La flor de Caucaguita pues, eran de ese pueblo. Gallegos, en esta parte de la obra, menciona un hecho social que también ocurrió en el Táchira, refiriéndose al movimiento de personas de diferentes pueblos, y en el caso tachirense, venían incluso de Colombia a trabajar en las haciendas del café. Arturo Guillermo Muñoz en su obra El Táchira fronterizo refleja este fenómeno.

«El desarrollo de la industria del café durante las décadas siguientes a la guerra federal, atrajo una nueva ola de campesinos, la cual llegó al máximo durante la explosión cafetera de 1880 y 1890» y, luego Muñoz, escribe lo siguiente: «Muchos de los peones colombianos que inmigraban al Táchira para trabajar en las haciendas, se establecían en la región, y casi siempre talaban un pedazo de bosque para fundar su propia granja»

cantarrana

Llegando a Cantarrana —la propiedad de su padre, don Jaime del Casal—, Hilario Guanipa se detuvo un momento a observar esas tierras. «Desde allí se dominaba toda la hacienda extendida por las laderas del monte, y más allá, hasta donde alcanzaba la vista, el vasto panorama de los valles del Tuy». Esta descripción ubica a Cantarrana, a la novela, en el actual estado Miranda. Esto en cuanto a lo geográfico .

En cuanto a lo temporal, la obra debe ubicarse desde finales de 1800 hasta 1924 -1925, que por cierto, este último, es el año en que se publica la novela. ¿Porque hasta 1925? Cuando el autor hace la descripción de Nicolás del Casal, nieto de don Jaime del Casal, educado por su tía Eleonora en Hamburgo, Alemania, lo describe como un mozo de 25 años. Narra que, estando en Alemania, en el último año de la guerra, al cumplir 18 años, se alista bajo la bandera alemana y va a cumplir su servicio. Se refiere a la primera guerra mundial que culminó en 1918, entonces quiere decir que si Nicolás del Casal, tenía 18 años en el último año de la guerra, entonces nació alrededor de 1900. Y, si era descrito como de 25 años, en la novela, en su parte final, corría 1925.

El beneficio del café

En la obra se menciona la recogida del café, y también, parte de esa faena relativa al beneficio. «…el gran patio enladrillado donde unos muchachos provistos de rastrillos removían el grano recién lavado que allí se secaba al sol; los corredores del contorno, bajo los cuales un centenar de mujeres, sentadas ante las mesas de escoger, lo iban clasificando a medida que salía de las trillas y descerezadoras…» En esta parte se describe el secado del café al sol, extendido en los patios, el café debe moverse de manera constante, utilizando unos rastrillos de madera. Por otro lado, se menciona la limpieza, la selección de las almendras de café verde recién trilladas, a fin de retirar granos fracturados, mordidos, negros o algún objeto extraño, esto con el objeto de tener mayor calidad.

Café en pergamino seco procesado con Lavado
Cafe en pergamino seco – proceso lavado

«…el ir y venir de los peones que los transportaban en sacos a los depósitos y de los arrieros que de allí lo sacaban para cargar las recuas de mulas que los conducirían a Caracas…» En cuanto a los sacos, la medida es de 60 kilos y, a las mulas, se le cargaban dos sacos, o una carga de café que equivale a 120 kilos. Otra medida utilizada es el quintal, que corresponde a 46 kilos de café verde. Aunque, para efectos de exportación, la medida que mayormente ha sido utilizada, son los sacos de 60 kilos. Las recuas de mulas eran el transporte, para esa época quien tenía mulas, era el equivalente moderno de poseer una empresa de transporte. Las mulas se cargaban y, con estos generosos y útiles animales, se trasladaba el café hasta los almacenes de las exportadoras, generalmente, casas alemanas.

Las casas alemanas

A mediados del siglo XIX comerciantes alemanes comenzaron a llegar a Venezuela. Ciudad Bolívar, Caracas, Maracaibo y San Cristóbal, los vieron llegar, establecerse y crear casas comerciales. Estas casas exportaban materias primas, como el café, e importaban herramientas, maquinarias, ropa, instrumentos musicales, vinos, aceites, en fin, la lista era muy amplia. También funcionaban como entes financieros proporcionando créditos a los dueños de haciendas. En la obra se menciona a la firma Hanssen & Co., esta empresa recibía todo el café de Cantarrana, tal como lo narra Gallegos.

Aquí, se observa la actuación de estas casas en la región central, al igual que ocurrió en el occidente del país, en ese triángulo comercial, definido por Maracaibo, San Cristóbal y Cúcuta; que establecieron los alemanes para exportar el café. En Táchira, por ejemplo, se establecieron la Minlos & Breuer, Anderssen & Moller, la Van Dissel & Rode que las personas llamaban la Botica alemana y, con los años, la Casa Steinvorth, cuyo edificio aún se encuentra en pie en San Cristóbal.

Guanipa

Hilario Guanipa regresa a su pueblo, después de varios años en los llanos y, al ver Cantarrana —la hacienda de café de su padre—, dijo: —¡Todo esto será mío dentro de poco!— Y lo logró. La motivación del amor a Adelaida a quien pretendía llevarse una noche, pero las notas de un nocturno de Chopin, calmaron a esa parte de centauro que todos tenemos y lo hizo ascender a la razón. Recuperar La Haciendita, los cafetales, el café que al ser bien tratado responde con agradecimiento y fortuna. Hacerse de Cantarrana y, ahora, en una mejor posición social, ganada con laboriosidad e ingenio, va en búsqueda de la amada, pero no como el mayordomo, sino como el dueño de hacienda.

Victoria

Adelaida, pacientemente, soporta brutalidades de Hilario, pero, sabe que es su tarea, su camino marcado por ella misma, cuando le dijo a don Jaime del Casal: —Padrino. ¡Yo seré esa mujer! La que ayudaría, a encaminar el alma de su amado hacia el bien y el alejamiento del vicio. Luego, con los años, la hija soñadora, encantada y emocionada, por una vida de renombre en la sociedad, pero, que se ve frenada por un apellido indio, cerrero e indómito: Guanipa.

Pero, la mente que todo lo crea, le da a ella, el apellido que no había aceptado su padre, Nicolas del Casal se enamora de ella. Y cuando Hilario se entera que el muchacho venía a Cantarrana a pedir la mano de su hija, lo esperaba para emboscarlo, con su alma atrapada en un remolino en el plexo solar. Pero al verlo, vio a su padre por quien siempre sintió un profundo respeto, su corazón se tranquilizó y ennobleció, permitiendo la llegada del joven y Adelaida comprendió que le había cumplido a su padrino. El avance de la trepadora que ahoga los cafetos y la vida de las personas en forma de viles sentimientos, por fin se cortó, y así fue, la victoria de Victoria.

Escrito por

José Luis Araque al lado de una despulpadora de café
José Luis Araque es Magíster en Gerencia de Empresas mención Mercadeo. Productor y tostador de Café. Barista SCA

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