El nido de canarios se había convertido en una bella distracción. Lo observaba en sus paradas a tomar café, a veces solo, mientras cuadraba su agenda o sencillamente descansaba, a veces, acompañado entre conversaciones. Un espectáculo de vida, de alegría y vistosidad e incluso de sabiduría. Estas aves con su colorido y sus cantos le alegraban la vida, un oasis, entre tantos altibajos.
El nido de canarios
Era un cliente habitual y mientras esperaba que le sirvieran un Espresso notó el canto armónico y melodioso de un ave, era un canario de tejado. Giró su cara hacia la ventana de la cafetería y observó, cómodamente sentado desde su silla, a una pareja de canarios en lo alto de un tubo eléctrico. Mirarlos y escucharlos casi pasa a la contemplación, de no haber sido por la interrupción del barista, pidiéndole permiso para servirle el café.
La mañana tenía esa calidez que se siente al contacto de los rayos solares, pero, también tenía ese toque gélido de la brisa de la mañana. Esa mezcla atmosférica le añadía nitidez al aire, era más cristalino y embellecía a donde se dirigiese la mirada. Miraba a los canarios, era el macho el que cantaba y vigilaba, simultáneamente, la hembra entraba y salía de un tubo eléctrico. Estos tubos por los cuales entran los cables que vienen del tendido eléctrico y van hacia las casas, edificios, etc. Este tubo, al final o comienzo, tiene una especie de cúpula con abertura hacia el suelo, para evitar que el agua de lluvia entre y cause un daño al sistema eléctrico. Esta cúpula resultó ser el sitio ideal para que una pareja de canarios hiciera su nido, para que formaran su hogar.
hacer el nido
Durante la semana, por lo menos dos o tres días, iba hacia San Cristóbal en la mañana, y al final de la tarde, regresaba a su casa, cuestiones de trabajo. Así que, pararse a tomarse un espresso, generalmente en la mañana ya era una pausa en el viaje, un momento de relax, pues en lo agitado de la vida, siempre hay que buscar calma. Ahora cada mañana, primero mientras esperaba, y luego mientras disfrutaba su café, observaba y escuchaba a los canarios, los del tubo eléctrico. La observación empezó a tener un tono meditativo. Ver como uno de ellos estaba atento, mirando hacia todos lados, vigilando y cantando, mientras la pareja llevaba pequeñas ramas, y esas hojas secas, alargadas y finas del árbol de pino cercano. Una mañana, entre sorbos de café: «Estos canarios están construyendo su hogar» pensó él.
Sicalis flaveola es el nombre científico con el que calificó y describió el naturalista de origen sueco Carlos Linneo a estas aves. Sus hábitats incluyen varias partes de sudamérica, entre las cuales está la cordillera de los andes. El nido es construido por la hembra, mientras el macho vigila y canta. Se alimentan de semillas y brotes de gramíneas, por lo general se observan por el suelo, en pareja o en grupos.
El hogar
Al poco tiempo de observación empezó a notar el chirrido de los pichones. La pareja había construido su casa, por así decirlo, y ahora tenían sus hijos. Los alimentaban y cuidaban, unas semanas después, café en mano, notó que los pichones ya volaban, daban sus primeros pasos ante la vida. Tenían un color grisáceo, no el característico amarillo, seguían a la madre, por el suelo, mientras esta picoteaba, pero ya no les daba comida, les estaba enseñando donde conseguir sus alimentos.
Pasaban las semanas y observó que los pichones, con las enseñanzas primeras y necesarias, para enfrentar la vida, dejaron el nido. El tiempo continuaba, y entre muchos espressos, observó que el ciclo se reiniciaba. La pareja de canarios, el macho cantando y vigilando, la hembra reacondicionando el nido; así comenzaban de nuevo. Una mañana, como siempre, adornada por el canto del canario, hacía más placentero cada sorbo de café. Apareció algo nuevo, algo que no había visto, hasta ahora, una veloz mancha atravesó el espacio entre sus ojos y el nido.
Un gavilán habado, en fracciones de segundo, capturó a la hembra, cuando estaba entrando a la boca del tubo eléctrico. El canto del canario macho cambió a un tono lastimero, de tristeza por la compañera perdida. Un descuido, de solo milisegundos, se transforma en muerte, así es la naturaleza, así es la vida que todo lo equilibra. Poco tiempo después había otra pareja de canarios, no había forma de saber si el macho había conseguido otra compañera o era una pareja nueva, que aprovechaba el nido abandonado. La naturaleza no se detiene, la vida sigue, renace y todo se transforma, todo sirve.
La enseñanza de los canarios
Unos años después, en una de sus paradas habituales a tomar café, había invitado a una amiga. Los canarios estaban en el poste y continuaban cantando. Se sentaron y ella pidió un Latte vainilla y él un Cappuccino —generalmente pedía un espresso, pero el cappuccino era más acorde para una conversación— Ella tenía sus hijos jóvenes, los de él todavía adolescentes, unos minutos y la conversación iba hacia los hijos, los de ella.
—Tengo mi casa dividida, ahora tengo tres en una, mis dos hijos se fueron con sus parejas. —dijo ella con un tono melancólico—. Solo quería ayudarlos.
—Si, se que se han ido, pero, no entiendo lo de la casa. ¿dividida?
—Bueno, primero cuando mi hija decidió casarse con su novio, le construí un anexo, como un apartamento sobre mi casa. —le contaba ella, con su taza entre las manos—. Empezaron a vivir ahí, y luego, mi hijo se trae a su novia, y para ayudarlo, dividí mi casa, para que él tuviera su anexo, me pareció justo, bueno, ya había hecho lo mismo con su hermana.
—Pero, el esposo decidió ir a otro país a probar suerte —continuó ella, mientras él la escuchaba atentamente, al fondo se escuchaban los canarios— Así pasaron varios meses y ella en la casa, bueno trabajaba y yo la ayudaba con el niño, de vez en cuando viajaban pero regresaban, hasta que tomaron la decisión de quedarse.
—Debo confesarte que me pegó muy fuerte, ahora pienso cuando veré a mi nieto.
—Y ahora, mi otro hijo también se acaba de ir del país con su esposa. —lo decía con la mirada en la taza de café y que sostenía con ambas manos— Dividida y sola, así está mi casa, eso es lo que ha pasado.
—No valoraron el esfuerzo que hice por ellos, tanto esfuerzo, los ayude con sus casas y, se fueron, así nada más.
—¿Qué te parece? —le preguntó ella, mirándolo— ¿así son todos los hijos?
Él había estado atento a lo que ella le contaba, a veces, el solo hecho de escuchar sin interrumpir ayuda mucho.
—¿Me estás preguntando? —dijo él, con un ligero tono de advertencia— ¿Estás segura que quieres mi opinión?
—Si claro, ya te he contado.
la naturaleza
Tomó aire, como preparándose para lo que diría y le dijo: —Tengo varios años viniendo a este Café. ¿Ves lo alto de ese tubo, al lado de la columna?
—Si, claro. —contestó ella, medio confundida— ¿que tiene que ver eso?
—Ahí hay un nido de canarios, mira ahí está el macho, la hembra debe estar dentro o por llegar, tengo años observando, no se si a la misma pareja de canarios o quizás otra pareja. Lo que si se y he visto es como han ido construyendo el nido, luego escuchaba el piar de los pichones. —ella escuchaba, pero estaba confundida, ¿que tiene que ver todo esto?— he visto como los pichones empiezan a volar y sus padres le enseñan donde comer, ya no les dan. la madre va por el suelo picoteando y ellos atrás piando, pero ella no les da.
La sabiduría
—A las pocas semanas, los pichones ya preparados para la vida, se van. —él continuaba diciéndole— Y comienza un nuevo ciclo, por decirlo así. No se si he estado observando la misma pareja de canarios o ya estos sean otros. He estado viendo ese patrón, un comportamiento, una enseñanza de vida, lo que debería ser la preparación de los hijos por parte de los padres. Lo que nunca he visto, es que uno de esos pichones regrese con una pareja al nido.
Ella lo veía y, le costaba asimilar, pero todo empezaba a tener lógica.
—Tanto tu hija, como tu hijo ya se habían ido de tu casa, trabajaban y vivían independientes. ¿Porqué los traes a tu casa cuando ellos comienzan a hacer su propia vida? Fijate en los canarios, unas aves, unos animalitos, pero ellos no hacen eso. —Continuaba él— Esas aves son parte de la naturaleza y, como toda la naturaleza, siguen un patrón divino. Los antiguos griegos pensaron y escribieron sobre la naturaleza y, palabras más palabras menos, la naturaleza es el creador, la conciencia universal, el gran arquitecto, como lo quieras llamar; es Dios manifestado.
—La naturaleza, estimada amiga, es sabiduría en pleno, me vas a perdonar pero, si al caso vamos, has hecho algo que en la naturaleza, unas aves como unos canarios no hacen. Has hecho algo contra natura, suena duro, pero creo que así es.
Ella se quedó pensativa, veía hacia el nido, veía hacia su café, con la figura de una flor, de un perfecto arte latte, ya en el fondo de la taza. Respiro hondo, pero ahora con cierta tranquilidad.
—Se han ido. —refiriéndose a sus hijos— y eso es lo natural, tienes razón, así debe ser.
—Si, si les enseñaste bien, si los preparaste, puedes estar tranquila. Los canarios una vez que los enseñan, los sueltan. Un poeta libanés llamado Kahlil Gibran en su obra El profeta, tiene un poema llamado De los hijos, dice que los hijos vienen al mundo a través de ti, pero no son tuyos, tienen sus propios pensamientos y, culmina diciendo, que los padres deben ser como el arquero que tensa su arco y apunta su flecha hacia lo más alto. Entonces, disfruta viendo volar tus flechas.
Ya no tan pensativa, ahora más bien liberada, con alegría, luego de la despedida, se marchó a su casa, esta continuaría dividida pero ya no debía preocuparse por eso. Él, había pedido un espresso y, viendo el nido de canarios, les agradeció por tanta enseñanza.
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